Aurora Bazán López tiene 67 años y desde pequeña sus manos dominan el telar de pedal. Ella, como la mayoría de la población de Teotitlán del Valle, comunidad zapoteca famosa por la elaboración de tapetes.


Ella y muchos productores de la zona se enfrentan a un serio problema para mantener intacta la tradición del textil en Teotitlán del Valle, Oaxaca; el desplazamiento de los tintes naturales por tintes artificiales –debido a su bajo costo y reducción del tiempo de producción, pero que generan contaminación de cuerpos de agua–y de los jabones o lavadores naturales.


Otro de los problemas que identifican las productoras como Aurora son los intermediarios y la falta de canales de comercialización; no todos los productores y productoras colocan sus piezas en las tiendas gubernamentales como la ARIPO del Instituto Oaxaqueño de las Artesanías, el FONART, o en ventas directas a través de exposiciones dentro y fuera de México. Muchas artesanas venden desde sus casas, donde instalan pequeñas tiendas donde llegan los intermediarios o realizan trabajos por encargos.


El Diagnóstico de la cadena de valor artesanías textiles en las regiones de Oaxaca, elaborado en el 2016 por la Secretaría de Economía del gobierno de Oaxaca, arrojó que los textiles producidos en Teotitlán del Valle terminan mayormente en el mercado regional o puntos con afluencia turística, a donde se dirigen artesanos y artesanas que no tienen acceso a un mercado local.


Estos problemas las aborda Aurora desde su organización Laadi Arteova, priorizando el cultivo de plantas tintóreas y medicinales desde un huerto comunitario instalado con financiamiento de Oxfam México, ubicado en la entrada de la población de Teotitlán del Valle.


Aurora cultiva en una parcela comunitaria de media hectárea nopales que servirán para obtener la tintura de color rojo a través de la grana cochinilla, así como la planta marush, de la cual extrae el colorante amarillo canario. Además, siembra el jiquilite que, triturado y bajo un proceso de fermentación, proporciona el pigmento azul añil o índigo.


Estos tres colores básicos son suficientes para que Aurora logre una gran gama de tonalidades naturales para teñir los hilos de lana que utiliza en la creación de tapetes y otros textiles.


La organización también promueve y fomenta la inclusión de las mujeres y de las y los adultos mayores en toda la cadena de producción.


La actividad artesanal requiere de fuerza física, por eso, desde Laadi Arteova existe preocupación de que las y los artesanos de mayor edad sean desplazados por jóvenes en el proceso de producción, por lo cual el grupo busca alternativas de incluir a estas personas en actividades de bajo impacto físico.


“Se busca que los abuelitos y abuelitas participen, se les asigna trabajos como la elaboración de madejas, a veces moler, ayudan a lavar el hilo. Mientras trabajan, ellas y ellos comparten sus conocimientos porque no todo lo sabemos”
, explica Aurora.


Aurora y su esposo elaboran bolsas, carteras y productos pequeños que coloca ella misma, por consignación, en el Centro Cultural Comunitario del pueblo y en el Museo de Arte Contemporáneo (MACO) de la ciudad de Oaxaca. También hace algunas entregas con una comerciante del Mercado 20 de Noviembre, de la capital del estado, o vende con turistas que llegan a su taller.


Ella considera que el precio es alto, pero justo, dada la utilización de tintes naturales, lo que eleva los costos y el tiempo de producción, al igual que la calidad del producto. Un tapete de 60 centímetros por un metro lo vende alrededor de mil 500 pesos, mientras los y las artesanas que utilizan tintes artificiales lo ofrecen a 800 pesos, o a un precio menor, y producen más en poco tiempo.


Ya que las ventas son esporádicas, al no ser los tapetes un elemento de primera necesidad, el textil no es la única entrada que posee. Durante el día vende pasta de mole y comida con vecinos y familiares. “Es difícil mantenerse sólo con la venta de tapetes, yo elaboro uno o dos al mes de tamaños medianos, pero por encargo. También dejamos por consignación en algunos lugares de Oaxaca. Por ejemplo, en el MACO, dejé desde el año pasado, pero el lugar cerró por problemas y apenas pude sacar mi mercancía que no se vendió. También hacemos cosas pequeñas para revendedores para salir al paso”, relata Aurora desde su taller.


Durante más de 40 años, esta artesana zapoteca se capacitó por su cuenta tomando talleres sobre el uso de tintes naturales, plantas medicinales, reciclado, cuidado del medio ambiente y organización comunitaria. Todos los conocimientos y experiencia los aplica en el proyecto que fundó, Laadi Arteova, con el único fin de mantener el oficio sin dejar de innovar.

Crédito de la imagen: Aldo Arriaga

Al rescate de la tinta natural

Julián Martínez Bazán, artesano con más de 30 años en el oficio del textil conoce y domina las tres etapas que atraviesa el textil para su producción: la preparación de la materia prima (cepillar la lana cruda), hilarla en la rueca de madera, ordenar en madejas, lavar y colorar los hilos con los tintes naturales para luego volver a lavar y secarlos; la segunda etapa consiste en la elaboración de los tapetes en el telar de pedal. La última etapa es la comercialización, donde la producción de tapetes por encargo directo deja mejores ganancias.


Julián se siente satisfecho con el oficio que eligió, pero anhela que un día todas las casas textileras vuelvan a utilizar colorantes naturales para teñir sus fibras de lana. Uno de los tintes naturales utilizados desde la época prehispánica es la grana cochinilla, pero es escasa y muy costosa. La grana varía de tono si se le agregan otros ingredientes, por ejemplo, si se le pone jugo de limón se convierte en color naranja, con cal se logra una tonalidad morada.


Julián está atento a los precios de los pigmentos naturales. Con los y las productoras de Santa María Coyotepec, Julián adquiere un kilo de grana cochinilla a un precio de mil 500 pesos para teñir 10 kilos de hilos. Estos precios altos llevan a muchas artesanas textiles a usar la anilina, un colorante artificial que cuesta de 15 a 20 pesos el sobre para 1 kilo de hilo. Sin embargo, este colorante contamina el agua cuando se lavan los hilos teñidos en el río.


Julián explica que otro de los principales insumos que ya no se utilizan son los lavadores naturales. En épocas prehispánicas, los zapotecas utilizaban plantas y tubérculos para lavar las fibras. Por ejemplo, el amole, que es una gruesa raíz blanca que hace espuma al frotarla sobre cualquier superficie; o el fruto de la jojoba, que al estrujarla produce una sustancia jabonosa.


Hoy en día, muy pocos artesanos y artesanas utilizan los jabones naturales, la mayoría utiliza detergentes comerciales que compran en cualquier tienda por 20 pesos y que, al desecharse en los desagües, afectan los suelos y cuerpos de agua de la comunidad.


“Hasta hace un año, antes de que la autoridad municipal lo prohibiera, los textileros que pintan grandes cantidades de hilos con anilina lavaban las fibras en el río que está a tres kilómetros del pueblo, y esto claro que contaminaba el agua y los mantos. Antes, lavar en el río era una buena opción porque se usaban tintes naturales que no contaminan. Aún hay artesanas que lo siguen haciendo. Los que pintamos poco hilo, lavamos en casa. Para un kilo sólo utilizamos 20 litros de agua”, explicó el artesano.


Los insumos naturales se adquieren fuera de la comunidad, muy pocas artesanas y artesanos tienen sus propias plantaciones. La mayoría compra el pericón con los y las productoras de la Sierra Sur que venden dos costales de flores amarillas a 300 pesos, lo que rinde para 10 kilos de hilo. El azul añil o índigo lo compran con los y las productoras de Niltepec, en el Istmo de Tehuantepec, a 3 mil pesos el kilo.


Adquirir insumos naturales es muy costoso para los y las artesanas textiles, por eso optan por lo artificial; pero la organización Laadi Arteova, de la cual Aurora es presidenta y Julián integrante, apostó por su propia producción de plantas tintóreas y busca proyectar la experiencia con otros artesanos.


Antes de la pandemia, el proyecto contaba con 25 participantes. Hoy quedan ocho miembros activos que se organizan en el cuidado de las 18 hileras de nopales plantadas en el terreno comunal, cada una con 15 plantas cubiertas de grana cochinilla. Además, se turnan los días para irrigar el plantío de jiquilites, que es utilizado como repelente de mosquitos y para la tinta azul. Tienen proyectado tener la primera producción de 8 a 10 kilos de grana cochinilla para el 2022.


“Estamos muy contentos porque ya tenemos la nopalera con la grana y esperamos pronto tener producción que nos ayudará a no comprar un día el tinte rojo. La meta es producir hasta 20 kilos cada tres meses, suficiente hasta para vender a otros artesanos. Esto es una excelente entrada de recursos para todos los participantes. El añil llevamos seis años domesticándolo y ya vamos a ver los primeros logros”, comentó entusiasmado Julián desde el terreno comunal.

Las y los intermediarios

Teotitlán del Valle vive del turismo, por eso es muy común la presencia de guías de turistas que hacen la función de intermediarias con algunas casas textileras a cambio de un porcentaje de las ventas que obtengan.


Estudiosas del textil en Oaxaca, como la diseñadora textil Ana Paula Fuente, han identificado que en la cadena de venta del textil en el estado existen hasta cuatro niveles de intermediarios. El primero es un acaparador del mismo pueblo, conoce a las artesanas y les compra a muy bajo costo, a veces aprovechándose de su necesidad porque tiene el dinero y el equipo para mover los productos fuera. El segundo es casi siempre un revendedor que le compra al acaparador local y distribuye en un andador turístico, un mercado o una tienda. El tercero es el que le compra a ese revendedor para volver a revender en los mercados o tiendas de otros estados o regiones. Por último, está el que revende a través de tiendas en línea, que a raíz de la pandemia proliferaron.


Crédito de la imagen: Aldo Arriaga

Por su parte, Julián Martínez identifica que, antes de los años 70, cuando el turismo comenzó a llegar a Teotitlán, los grupos de turistas eran libres de escoger los talleres a visitar. Ahora, con el auge de las rutas turísticas creadas por el gobierno, como la Ruta del Mezcal, la Ruta de la Costa, Ruta Sierra Norte y Rutas de las Artesanías, entre otras, llegan específicamente a un taller a través de las agencias de tours de la ciudad de Oaxaca o de la Ciudad de México.


“Se aprovechan de la necesidad del artesano que, aunque realice un excelente trabajo, termina vendiendo su tapete a 500 pesos a la persona intermediaria, éste lo vende hasta por 3 mil pesos. Si va incluido un guía de turista, éste se lleva un 30% del precio”, señala una de las artesanas entrevistadas.


Esta situación fue también lo que llevó a Laadi Arteova, hace más de 15 años, a organizarse y emprender una lucha contra los acaparadores y los productos chinos. Hoy la organización posee su propia estructura de venta, utilizando las plataformas sociales como Instagram y Facebook, por lo que sus productos llegan a comercializarse mucho mejor.


“En esta pandemia nos contactó una organización para hacer cubrebocas, enviamos a Chicago y ahora se está colaborando con la organización Makaxi. En Instagram estamos en japonés, alemán e inglés porque queremos vender en un mercado diferente. El mercado local tiene productos que no son naturales, queremos ser la alternativa y allí vamos, vendiendo directamente”, explicó Jesica Molina, la encargada de mover los productos en las redes sociales.


Para Ana Paula Fuentes, la persona intermediaria siempre existirá porque se mueve conforme se va moviendo el mercado. Ella refiere que desde hace 15 años comenzó el boom de todo lo artesanal en Oaxaca, desde la alfarería hasta el textil.


“Hay intermediarios buenos y hay malos. Por más autónomos que sean, los artesanos tienen la necesidad del intermediario, porque si mi tienda está en San Andrés Chicahuaxtla necesito quién me venda. Los intermediarios son buenos, se encargan de distribuir, lo que no está bien es que el intermediario se aproveche. Si antes había coyotes que le pagaban dos pesos a los artesanos ahora hay más porque hay una demanda mayor”, argumenta Ana Paula Fuente, ex directora del Museo Textil de Oaxaca.


La especialista recuerda que el textil, al igual que la alfarería, es un oficio que nace de una producción de autoconsumo para después venderlo en la comunidad. Pero eso cambió en los años 60, cuando el turismo comenzó a crecer en México; entonces surgieron las agencias de turismo y los tours, abrieron más tiendas, comenzaron los concursos y se elevó la demanda. Los y las artesanas fueron produciendo más y a veces de mala calidad para vender barato. Pero también nacieron iniciativas como el Museo Textil de Oaxaca, que además de ofrecer exposiciones, otorga talleres y capacitaciones para la elaboración de textiles. Además, se desarrollaron nichos de mercado donde vender mejor las piezas de calidad, aquellas que la y el intermediario o coyote quiere mal pagar.


“A veces es grande la diferencia en las ganancias, porque un huipil, que en San Juan Cotzocón en el Bajo Mixe, le costó al acaparador 100 pesos, en una tienda en línea alcanzó un precio de mil pesos. Ojo, no con esto quiero decir que todos los intermediarios son gandallas, existen los que pagan un precio justo a la artesana, valoran el trabajo que lleva elaborar las piezas”, detalla la promotora del textil Ana Paula Fuentes.


Para Ana Paula Fuentes, lo ideal es que se valore el trabajo de la artesana, que sean ellas las que negocien sus prendas con el cliente final y se le pague lo justo. A esto se tiene que acompañar el acceso a herramientas y capacitaciones para innovar sin dejar lo tradicional.


Siguiendo esa línea de deseos se encuentran las y los integrantes de Laadi Arteova que, además de lograr precios justos y eliminar al intermediarismo, sueñan que el espacio comunitario construido difunda y preserve la cultura para todas las personas integrantes de la comunidad.


Julián Martínez y Aurora Bazán no sólo tienen fe en que el cultivo tradicional de los ecolavadores, la grana cochinilla, el jiquilite y el marush se reproduzca en otros talleres y otras organizaciones, sino también en que esto incrementará los ingresos de la asociación porque se va a garantizar su abasto además de proveer a las demás artesanas de la comunidad a un precio más accesible.


A pesar de los avances logrados, la pandemia de COVID-19 ha planteado nuevos retos a los y las artesanas de Laadi Arteova, como la utilización de una moneda alternativa, el túmin, moneda local que se creó en Veracruz y que significa dinero en totonaco.


“En el pueblo somos como 50 personas que están dentro del sistema, pero sólo 12 lo practicamos. Aceptamos la moneda túmin en la compra de productos. Aceptamos hasta 15% en túmin. Por ejemplo, si vendemos un tapete de 100 pesos, nos pueden pagar 85 pesos más 15 túmin. En esta época de pandemia también practicamos mucho el trueque, cambiamos huevos de gallinas por tortillas o frutas. Si algún productor de verdura quiere un monedero, los artesanos cambian la mitad en verduras y mitad en pesos”, explica Aurora Bazán.


El pueblo de Teotitlán del Valle cerró por tres meses durante los días más críticos de la pandemia en Oaxaca, no hubo turismo ni ventas. Esta situación obligó a Aurora Bazán a vender tamales, chocolate y atole de maíz para resistir ante la crisis. Julián mantuvo ventas estables con una compradora italiana, mientras otras personas artesanas regresaron al campo para sembrar.


Aún cuando el pueblo ya permite la entrada del turismo bajo medidas preventivas, son muy pocos los que llegan. Además, son dirigidos a las casas textileras que tienen acuerdos previos con las agencias de viajes, así que las ventas de pequeñas artesanas son pocas o nulas.
Aurora y Julián mantienen la esperanza de que la normalidad regrese pronto al pueblo de Teotitlán del Valle y la reactivación económica con ella; mientras, esperan organizadas y trabajando en la conservación del oficio, la utilización de tintes naturales y evitando a las y los intermediarios.

Este reportaje ha sido elaborado en el marco de la “Consultoría para el proyecto de investigación sobre captura económica y política en cadenas de valor” realizada por Mutua S.C. para Oxfam México. Se agradecen las aportaciones de Giovanna Montagner, Gerardo Sánchez y Salvador Silva para la elaboración del presente reportaje.

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